For sixteen years - from 1873 to 1889 - Father Damien ministered to the lepers, bringing as much material and spiritual comfort to them as he could. His self-imposed duties included anything that would help or comfort them, from bandaging sores, making coffins, and digging graves to building churches, hearing confessions, and saying Mass. He went to considerable trouble in making a much-needed fresh-water supply available for the settlement. He ate from a common bowl, food prepared by a leper, smoked the common pipe passed from mouth to mouth and used tools which were commonly owned. Indeed he was, in the words of St. Paul, “All things to all Men.” “From morning till night,” he wrote, “I am surrounded by terrible physical and moral miseries. However, I try to have a certain gaiety to build their courage.” In that effort, he certainly was successful. The presence of this concerned and good-natured priest completely changed the atmosphere of the settlement. The poor people quickly sensed that they had a true friend. They were no longer orphans. A wave of hope surged through the colony. They were no longer those who society had conveniently chosen to forget, because Damien has opened the eyes of the world to the needs and sufferings of millions of lepers and had thereby stirred many to the generous support of work on their behalf. St. Damien de Veuster, pray for us. (Excerpt from taken from https://www.damien-hs.edu/) ............................................................................................................................................................. Durante dieciséis años, de 1873 a 1889, el Padre Damián atendió a los leprosos, brindándoles todo el consuelo material y espiritual que pudo. Sus deberes autoimpuestos incluían cualquier cosa que pudiera ayudarlos o consolarlos, desde vendar llagas, hacer ataúdes y cavar tumbas hasta construir iglesias, escuchar confesiones y decir misa. disponible para la liquidación. Comía de un cuenco común, comida preparada por un leproso, fumaba la pipa común que se pasaba de boca en boca y usaba herramientas que eran de propiedad común. De hecho, él era, en palabras de San Pablo, "Todo para todos los hombres". “Desde la mañana hasta la noche”, escribió, “estoy rodeado de terribles miserias físicas y morales. Sin embargo, trato de tener cierta alegría para desarrollar su coraje”. En ese esfuerzo, ciertamente tuvo éxito. La presencia de este sacerdote preocupado y bondadoso cambió por completo el ambiente del asentamiento. Los pobres rápidamente sintieron que tenían un verdadero amigo. Ya no eran huérfanos. Una ola de esperanza se apoderó de la colonia. Ya no eran aquellos a quienes la sociedad había querido olvidar convenientemente, porque Damián ha abierto los ojos del mundo a las necesidades y sufrimientos de millones de leprosos y ha movido así a muchos al generoso apoyo del trabajo en su favor. San Damián de Veuster, ruega por nosotros. (Extracto de tomado de https://www.damien-hs.edu/)