Our Gospel passage today is an indictment of the Pharisees and scribes who are not being faithful leaders of God’s people. Jesus says that though respect is owed to them, because of their office, he exhorts the faithful to not be like them. He said, “Therefore, do and observe all things whatsoever they tell you, but do not follow their example. For they preach but they do not practice.” He rebukes them for not helping people who are burdened by life and the law. This is a sobering reminder to me as a priest to be a servant, a slave to Christ Jesus in service of God’s people. As Jesus says clearly at the end of the passage, “The greatest among you must be your servant. Whoever exalts himself will be humbled; but whoever humbles himself will be exalted.” Our first reading from the prophet of Malachi also cautions the priests of their responsibility to preach the authentic word of God and not cause the people of God to falter. St. Paul teaches the same lesson in our second reading from his first letter to the Thessalonians, where he reminds the faithful that a faithful priest will be a servant first to Gospel and then to the people who are to hear it proclaimed. As a priest, I am called to be a servant to Christ and to His people. "We were determined to share with you not only the gospel of God, but our very selves as well, so dearly beloved had you become to us. You recall, brothers and sisters, our toil and drudgery. Working night and day in order not to burden any of you, we proclaimed to you the gospel of God." ....................................................................................................................................................................... Nuestro pasaje del Evangelio de hoy es una acusación contra los fariseos y los escribas que no están siendo líderes fieles del pueblo de Dios. Jesús dice que aunque se les debe respeto por su cargo, exhorta a los fieles a no ser como ellos. Él dijo: “Hagan, pues, todo lo que les digan, pero no imiten sus obras, porque dicen una cosa y hacen otra”. Los reprende por no ayudar a las personas agobiadas por la vida y la ley. Este es un recordatorio importante para mí, como sacerdote, de ser un siervo, un esclavo de Jesucristo al servicio del pueblo de Dios. Como Jesús dice claramente al final del pasaje: “Que el mayor de entre ustedes sea su servidor, porque el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”. Nuestra primera lectura del profeta de Malaquías también advierte a los sacerdotes sobre su responsabilidad de predicar la auténtica palabra de Dios y no hacer que el pueblo de Dios vacile o tropezar. San Pablo enseña la misma lección en nuestra segunda lectura de su primera carta a los Tesalonicenses, donde recuerda a los fieles que un sacerdote fiel será un siervo primero del Evangelio y luego del pueblo que lo escuchará proclamado. Como sacerdote, estoy llamado a ser un siervo de Cristo y de su pueblo. “Hubiéramos querido entregarles, no solamente el Evangelio de Dios, sino también nuestra propia vida, porque han llegado a sernos sumamente queridos. Sin duda, hermanos, ustedes se acuerdan de nuestros esfuerzos y fatigas, pues, trabajando de día y de noche, a fin de no ser una carga para nadie, les hemos predicado el Evangelio de Dios”.