We like to think that if God is going to speak to us that it will be a large obvious and almost miraculous spectacle. For example, the skies opened at the Baptism of Jesus and the Holy Spirit descended like dove above Him and a disembodied voice from heaven spoke out saying, "this is my beloved Son on whom my favor rests." But as we see in today's first reading, God was not in the violent wind, the earthquake nor the fire. God spoke to Elijah in "a light silent sound." God's voice is not a roar but rather a barely perceivable whisper in the wind. If we wish to hear God speak, it will most likely not be in some grand sign or emotional high or low; rather God will speak in the slightest movements in the depths of our hearts and the only way to hear Him is to allow ourselves to become still. Elijah teaches us that this confidence he has in God comes from his ability to listen rightly to the slightest almost imperceptible movement within his relationship with God. ........................................................................................................................................................ Nos gusta pensar que si Dios nos va a hablar será un gran espectáculo obvio y casi milagroso. Por ejemplo, los cielos abiertos en el Bautismo de Jesús y el Espíritu Santo descendieron como una paloma sobre Él y una voz incorpórea del cielo habló diciendo: "Este es mi Hijo amado en quien descansa mi favor". Pero como vemos en la primera lectura de hoy, Dios no estaba en el viento violento, el terremoto ni el fuego. Dios le habló a Elías en "un ligero sonido silencioso". La voz de Dios no es un rugido, sino un susurro apenas perceptible en el viento. Si deseamos escuchar a Dios hablar, lo más probable es que no esté en algún gran signo o alto o bajo emocional; más bien Dios hablará en los movimientos más leves en lo más profundo de nuestros corazones y la única manera de escucharlo es permitirnos quedarnos quietos. Elijah nos enseña que esta confianza que tiene en Dios proviene de su habilidad para escuchar correctamente el más mínimo movimiento casi imperceptible dentro de su relación con Dios.